Al lado de “educación” solemos escuchar una serie de palabras que van desde que “la cosa así no va más”, hasta que “hay que volver a la escuela que era antes”. Nosotros no vamos a confirmarlas ni desmentirlas. Lo que nos interesa es ver que onda: dar clase es un laburo, si, pero también es una intervención, una manera de componer y hacer mundo en un entorno precario. ¿Qué significa ponerse en conexión con ese territorio vivo que es el aula? ¿Hay una nueva forma de ser docentes? ¿Cómo operan ciertos saberes y códigos que arrastramos de otras experiencias, sean fuerzas generacionales o el género de cada uno? A partir de estas exploraciones urgentes, buscamos enlazar con otras reflexiones y secuencias vividas, para esbozar algunas ideas y puntas de las cuales seguir tirando...

jueves, 29 de mayo de 2014

¡Basta de política!




Trabajo en un Colegio privado y me convencí: no se puede dar una materia como Política y Ciudadanía, hay que sacarla cuanto antes de la currícula, de manera urgente o estaremos alimentando a una tropa de hambrientos enanos fascistas. Esto es serio, si en un principio creímos que una materia así podía ser una especie de caballo de troya para dinamitar desde adentro reactivas sensibilidades clase medieras (racistas, anti-políticas, gorilas, privatistas), o contribuir a una especie de pedagogización política “que alimente la vida democrática”, ahora vemos que estábamos errados: la tenemos adentro. Corría el año 2013, los cacerolazos estaban en alza: Tenemos que hacernos respetar, tenemos que salir a la calle y protestar porque sino después no nos podemos quejar, hay que tratar de cambiar las cosas, dijo la alumna estelar y hablaba de las convocatorias a las manifestaciones “opositoras”

Profesor, estoy viendo el programa de Lanata, está bueno, ahora le voy a prestar atención a tu materia, me está gustando la política

El otro día, salió un comentario parecido pero el programa en cuestión era el de Tinelli.

Cualquier concepto abstracto de la materia se reemplaza –y ejemplifica-  por situaciones mediáticas concretas: Estado, democracia, poder, elecciones, constituciónLa captura del lenguaje “político” por los medios es inmediata: el escenario se complejiza; todo el año pasado transmitiendo contenidos que alimentaban los climas y los ánimos destituyentes (Claro, la constitución que quiere reformar la presidenta para quedarse para siempre. Democracia es lo que no hay en este país porque se avasallan las instituciones y no hay justicia). Este año ya lo encaré de otra manera. Igual siempre se pierde la batalla. Si las condiciones de enunciación están delimitadas por las lógicas mediáticas, todo se acelera y muta de signo en cuestión de segundos; si quería hablar de las movilizaciones y las protestas del 2001 se las celebra como antecedentes de los cacerolazos del año pasado o de aquellas movilizaciones “a favor del campo”, si hablo de participación política directa e informal se la vincula a los cortes de calle o a las manifestaciones para exigir seguridad y más policía ¿la alternativa que queda es la mudez?

Quizás, a veces, los derechos humanos –si los museificamos bien, si lo edulcoramos– se aceptan, pero tampoco mucho, si hablamos de la violación de los derechos humanos en la actualidad, todos coincidirán, los derechos humanos son para los que nos matan para robarnos.

Política y Ciudadanía llegó tarde a los Colegios privados y envejeció rápido (o envejeció rápido la concepción de la política que la sustenta). Es una obviedad decir que lo que pasa en las aulas siempre va más rápido que las currículas, temarios, líneas que bajan de Educación o lo que fuere. Y que si uno quiere salir del piloto automático y le interesa una concepción crítica de la política, por ejemplo (y que incluso hasta quizás festejó la inclusión de materias en donde hablar del gatillo fácil, la democracia directa, el 2001 y todas esas cosas), va a tener un doble trabajo (nunca pago, obviamente, muy poco valorado también, ¿qué tan productivo o eficaz?): uno va a tener que mediar (sensible y políticamente) entre esa Política y Ciudadanía (progresista, ideal) y la realpolitik del aula (alimentada por medios, vecinos, hogares, etc.): nunca para bajar líneas, pero si para hacer crecer las preguntas.