Trabajo en un Colegio privado y me convencí: no se puede dar una materia como Política y Ciudadanía, hay que sacarla cuanto antes de la currícula, de manera urgente o estaremos alimentando a una tropa de hambrientos enanos fascistas. Esto es serio, si en un principio creímos que una materia así podía ser una especie de caballo de troya para dinamitar desde adentro reactivas sensibilidades clase medieras (racistas, anti-políticas, gorilas, privatistas…), o contribuir a una especie de pedagogización política “que alimente la vida democrática”, ahora vemos que estábamos errados: la tenemos adentro. Corría el año 2013, los cacerolazos estaban en alza: Tenemos que hacernos respetar, tenemos que salir a la calle y protestar porque sino después no nos podemos quejar, hay que tratar de cambiar las cosas, dijo la alumna estelar y hablaba de las convocatorias a las manifestaciones “opositoras”…
Al lado de “educación” solemos escuchar una serie de palabras que van desde que “la cosa así no va más”, hasta que “hay que volver a la escuela que era antes”. Nosotros no vamos a confirmarlas ni desmentirlas. Lo que nos interesa es ver que onda: dar clase es un laburo, si, pero también es una intervención, una manera de componer y hacer mundo en un entorno precario. ¿Qué significa ponerse en conexión con ese territorio vivo que es el aula? ¿Hay una nueva forma de ser docentes? ¿Cómo operan ciertos saberes y códigos que arrastramos de otras experiencias, sean fuerzas generacionales o el género de cada uno? A partir de estas exploraciones urgentes, buscamos enlazar con otras reflexiones y secuencias vividas, para esbozar algunas ideas y puntas de las cuales seguir tirando...
jueves, 29 de mayo de 2014
Trabajo en un Colegio privado y me convencí: no se puede dar una materia como Política y Ciudadanía, hay que sacarla cuanto antes de la currícula, de manera urgente o estaremos alimentando a una tropa de hambrientos enanos fascistas. Esto es serio, si en un principio creímos que una materia así podía ser una especie de caballo de troya para dinamitar desde adentro reactivas sensibilidades clase medieras (racistas, anti-políticas, gorilas, privatistas…), o contribuir a una especie de pedagogización política “que alimente la vida democrática”, ahora vemos que estábamos errados: la tenemos adentro. Corría el año 2013, los cacerolazos estaban en alza: Tenemos que hacernos respetar, tenemos que salir a la calle y protestar porque sino después no nos podemos quejar, hay que tratar de cambiar las cosas, dijo la alumna estelar y hablaba de las convocatorias a las manifestaciones “opositoras”…