Al lado de “educación” solemos escuchar una serie de palabras que van desde que “la cosa así no va más”, hasta que “hay que volver a la escuela que era antes”. Nosotros no vamos a confirmarlas ni desmentirlas. Lo que nos interesa es ver que onda: dar clase es un laburo, si, pero también es una intervención, una manera de componer y hacer mundo en un entorno precario. ¿Qué significa ponerse en conexión con ese territorio vivo que es el aula? ¿Hay una nueva forma de ser docentes? ¿Cómo operan ciertos saberes y códigos que arrastramos de otras experiencias, sean fuerzas generacionales o el género de cada uno? A partir de estas exploraciones urgentes, buscamos enlazar con otras reflexiones y secuencias vividas, para esbozar algunas ideas y puntas de las cuales seguir tirando...

viernes, 8 de agosto de 2014

¿Docente investigador?
Preguntas sobre el fuera de rol, el método y la escritura
   


1-   Docencia, investigación y trabajo

No nos dedicamos a investigar la docencia, somos docentes-investigadores. ¿Qué significa esto? Nuestra escena de investigación es también nuestro trabajo. O al revés, nuestro estar allí está primordialmente condicionado por la lógica laboral; la escena para la investigación entonces tendrá que ser conquistada.  Pero lejos de ser un obstáculo, la necesidad concreta de que la docencia sea una fuente de ingresos (docentes-laburantes) vuelve todo más complejo e interesante, porque elimina el posible desapego que puede conllevar una práctica experimentadora o de investigación “que no tiene nada que perder”. Caer en la escuela, investigar, y a la vez trabajar, vuelve cada paso más preciso y habilita un lugar nada cínico o exterior a la práctica y la problemática docente. Se investiga donde se trabaja, se trabaja investigando, se investiga el trabajo, todo esto arma una continuidad que se retroalimenta. Hay, por ende, varias sensibilidades en juego, todas “fuera de rol”, en cuanto a que no están fijas, pero que sin embargo alimentan ese estar allí que gana en densidad; sensibilidad del trabajador, del investigador, del docente-experimentador, del docente formado en el afuera escolar y que importa saberes extra-escolares -generacionales, provenientes del mundo del trabajo, de la economía callejera y urbana- al aula,  y también saberes “políticos” que nutren la práctica docente (juntarse a pensar la escuela, escribir, armar un espacio colectivo).

Son varias las figuras que hablan de nuestro paso por las aulas: docentes paracaidistas (caídos en la escuela), docentes ekekos (que cargan sobre sí la abundancia de lo escolar), docentes corresponsales de guerra (ubicados en los frentes de batalla, escriben partes urgentes y necesarios), docentes investigadores (que intentan mapear lo que pasa y lo les pasa en sus rutinas escolares). No se trata de fijarse en un rol, porque tampoco existen garantías de poder encarnarlo; derramado el rol Docente, proliferan distintas figuras sobre la docencia. Figuras que se incuban desde un fuera de rol y que muestran una potencia epistemológica al no cargar con ciertos preconceptos o expectativas propias del docente tradicional. Hay un interesante des-aprender (un olvido creativo) de ciertos saberes o técnicas más acartonadas y también hay un entrenamiento forzado para “armar con lo que hay”.


2-  Ver qué onda como todo método.

Son varias las figuras, pero uno solo el método: ver qué onda. Ver, olfatear, escuchar, tantear qué es lo que pasa en un aula, y entre los pibes y entre los pibes y los docenteslo que pasa es realidad sensible que todavía no tiene palabras o voces, pero que afecta y puebla cuerpos. Ver qué onda, qué ondas sensibles y anímicas que atraviesan cuerpos, intensidades y flujos (de amistad, sexuales, amorosos, violentos, urbanos, de drogas, de información mediática, de consumo). Ver qué onda es entonces un punto de partida para perderse en las experiencias de los pibes, y ver qué onda porque no hay nada escrito previamente, los papeles se quemaron, ya no hay garantías. Un docente que utiliza este método se larga a relaciones no-lineales con los pibes (en términos de avances o retrocesos, o logros y déficits), intenta desplazamientos, fugas, gambetas, desmarques.

¿Por qué el ver qué onda? Creemos que no importa tanto qué decimos, sino a quién, cómo, para qué, por qué, desde dónde (Ranciere dice que el saber es una posición), con qué (palabras, imágenes). Estas problemáticas no tienen lugar en los escenarios mediáticos ni en los pasillos de los ministerios, ni en la mayoría de las escuelas. Todo parece pasar por el Qué (contenidos curriculares y, con el tema de las nuevas tecnologías, también por el soporte o los materiales), el paquete con las demás preguntas, probablemente más desbaratadoras, sigue sin desenvolverse.

Pero también Ver qué onda porque creemos que lo escolar no es solo una cuestión pedagógica o didáctica, sino también – y principalmente- sensible. La máquina escolar cruje cuando intenta leer otros registros que no sean las voces de respuestas a preguntas sobre contenidos. Tendría que poder leer, escuchar, recodificar otras voces y palabras, otros signos (los que disparan los músculos y los sentidos agitados), gestos, cruces de miradas y todo lo que se escapa al aire.

En la actualidad, las escuelas no se habitan solo con enunciados, se trata de abordar, abrir, investigar esas realidades sensibles y esos malestares inéditos y desconocidos con los que nos topamos. Ver qué onda entonces como un posible método para captar y procesar las informaciones sensibles que pueblan la escuela. Podríamos plantear dos preguntas que impulsan este método, ¿Cómo crear cosas comunes sobre las cuales dialogar, pudiendo invocar también nuestros propios deseos y ganas?, ¿Qué hacer con esa masa de datos vitales y sensibles con la que nos encontramos en las aulas? Seguramente una primera respuesta sería verla. Darse cuenta de que hay muchísima data sensible que desborda el dispositivo escolar, los pibes y pibas son núcleos de información. En muchas ocasiones los docentes están imposibilitados de leer y comprender otras realidades (que no sean verbales o discursivas). El hecho de dejarse afectar por esas realidades es un necesario primer paso para desplegar nuestro método.


3-  Una escritura de doble filo.

Ver qué onda (re) escribe lo escolar. Lo que sucede en su tiempo y en sus rutinas, lo que pasa por nuestros cuerpos docentes y por los cuerpos de los pibes y pibas. La escritura entonces es la catarsis para el mismo docente fatigado o conmovido, triste o alegre, desganado o entusiasmado que estuvo allí en el aula. Pero también es la producción de un docente que deviene otro en conexión con el afuera escolar: la escritura prolifera alocada y teje experiencias y situaciones vividas por distintos docentes en distantes escuelas. La escritura entonces para seguir siendo uno mismo (partes de guerra, escritura terapéutica y sanadora, mera descarga porque mañana hay que volver a trabajar) y para devenir otros (para dejar de ser docentes-laburadores y devenir investigadores, para poder habitar el fuera del rol). Se trabaja por necesidad, pero por necesidad también se piensa, se investiga y se escribe. Una escritura terapéutica, la que informa del cuerpo docente afectado, la de los partes de guerra, una escritura política, la de la apuesta colectiva, la de las máquinas de guerraY entonces, la escritura nos acompaña en el trayecto escolar.

Ver qué onda no escribe un manual para el éxito escolar: sus textos provienen de la alegría de lo que funcionó, pero también de la angustia, de la impotencia, de la frustración de lo que no se pudo hacer. Tampoco hace literatura de autoayuda: cualquiera que sea docente hoy en día tiene que aprender a curtirse solito (nadie sabría cómo ayudarlo, hablamos de territorios desconocidos).

Y si una parte de la investigación que cotidianamente realizamos en la escuela, queda en la escuela. Es decir, es “cooptada” por la institución (plusvalía docente, trabajo intelectual excedente y no remunerado) porque investigamos también para poder surfear las aulas actuales, porque lo que importamos de saber extra-escolar en lo escolar “sirve” a la institución y es un sobre-trabajo, la parte de la investigación que se traduce en escritura es pura libertad; gesto inverso, de lo escolar hacia el afuera-escolar, proliferación incontrolable, apuesta colectiva, malestares y alegrías que devienen realmente públicas. Y aquí nos vengamos también: si nos extraen un plusvalor (el saber extra-escolar) para gestionar lo escolar, nosotros robamos cosas de lo escolar (imágenes, anécdotas, situaciones, palabras) para expulsarlo al mundo extra-escolar



domingo, 3 de agosto de 2014

Retazos de pensamiento
Primera entrega




A continuación presentamos una serie de fragmentos sobre diferentes problemáticas escolares. Borradores, reflexiones sueltas, que en esta primera entrega giran alrededor de tres ejes en particular: Complicidad, Atención, y Respeto.


Complicidad

*Es mucho más fácil decirle a un pibe no te hagas el gil que decirle te voy a hacer un acta, porque en este último caso estoy encarnando un rol o haciendo un personaje que no me creo. Es mucho más cómodo apelar a otro tipo de gestión de estas situaciones en el aula, que además son permanentes, y no una excepción.

*Los pibes nos creen pero como personas. Si ellos dicen “no profe, mejor hagamos esto” es porque entran en un diálogo donde te creen, te creen la pasión o lo sincero de tu pregunta. Pero eso no es creerle al rol, eso es creerles a las personas con las preguntas que traen, con los modos que tienen.

*Muchas veces, el docente anti-pibe o que concibe al alumno como enemigo, en verdad lo que concibe como enemigo es al pibe que encarna el rol de alumno. Y nosotros lo que valoramos justamente es al pibe. A veces se producen situaciones estando como fuera de rol que son muy impresionantes. Una vez un alumno, un lunes a la mañana, me recibe con una chicana futbolera y me dice ‘che, boludo, qué desastre el domingo!’, y yo le digo ‘¿cómo ‘boludo’?, te voy a hacer un acta’, y él me responde ‘y yo te voy a mandar a hacer un sumario’, y nos terminamos riendo los dos. Claro, estábamos los dos en otro lugar, por el tipo lenguaje, por el tipo de charla; era más una charla de una esquina, de la chancha, de un bar, que una charla de una escuela. Entonces, ante el ‘te voy a hacer un acta’ o ‘te voy a hacer un sumario’ aparece la risa. 


Atención

*La atención (y la batalla por la atención) es algo del día a día, ganás y perdés en el mismo día. Incluso creo que no se piensa en estos términos -ganar y perder- sino como algo que va fluyendo. Nosotros entramos al aula con una “mochila” llena de herramientas, experiencias -de aula y de la calle-, imágenes, recursos, llevamos todo eso y vamos viendo qué pasa. Ponemos todo eso en juego, y vemos qué resulta y qué no, en el momento. No tenemos “la planificación de la clase”, es imposible llevar algo planificado porque allí después se van dando otros movimientos.

*En este punto surge una pregunta por la ética del docente en el aula, porque hay un riesgo muy grande que es el de, en pos de conquistar la atención, transformarse en un animador cultural o caer en el rol del docente tradicional disciplinario. Está plagado de peligros, porque no es que tratamos de lograr la atención sólo apelando a los recursos que llevamos y a esa socialización extraescolar de la que hablábamos, también apela a fragmentos de esos otros discursos que circula en la escuela. La idea de que los pibes atiendan muchas veces se codifica en términos de que estén entretenidos, y esto es complicado. Que haya atención no significa que haya diversión necesariamente. Entonces, no es fácil saber cómo se genera la atención, pero sí sabemos cuáles son los riesgos, es más fácil darse cuenta cuándo estamos cayendo en un rol que no nos gusta.


Respeto

*Nosotros en lugar de poder, lo llamamos respeto. Decimos que el respeto hay que ganárselo, y para eso se ponen en juego los saberes extraescolares. Este escenario, donde hay que ganarse el respeto, es el piso de lo que se llama crisis o desfondamiento.

*Un primer desplazamiento: decir “respeto” en lugar de “autoridad”. Ahora: ¿Qué es el respeto? ¿Se trata de un respeto específico, propio de la relación docente-pibes, o es el respeto que tiene que haber en cualquier grupo cuando se trabaja con otros? ¿Qué sería un vínculo sincero en la escuela?

*Más que de respeto, nosotros hablamos de “ganarse el respeto”, ya que no es menor el eco callejero y de economía de la ciudad que trae la palabra. De ese modo, la despegamos un poco de la idea de respeto como formalidad, de respeto como autoridad, como investidura.

*Respeto tiene aún un sesgo positivo, pero hay palabras que tienen una connotación negativa, como por ejemplo “mando”. La palabra mando circula mucho entre los pibes, ¿quién manda acá?, ¿quién manda en esta esquina, en este barrio?, ¿quién manda en el aula? Es una palabra que está presente y uno tiene que lidiar con eso. Digo esto para señalar que nunca se borra la ambigüedad en un espacio, que si bien puede no estar la autoridad tan presente, puede estar el mando. 


*Decir que uno se gana el respeto no es una cuestión retórica. Se gana el respeto el que es pillo. A diferencia de la autoridad, que puede ser retórica y patética, el respeto implica un saber hacer en el manejo de un conflicto. El respeto no es puro lenguaje, sino que está conectado directamente a una experiencia.