¿Docente investigador?
Preguntas sobre el fuera de rol, el método y la
escritura
1-
Docencia,
investigación y trabajo
No
nos dedicamos a investigar la docencia, somos docentes-investigadores. ¿Qué
significa esto? Nuestra escena de investigación es también nuestro trabajo. O
al revés, nuestro estar allí está
primordialmente condicionado por la lógica laboral; la escena para la
investigación entonces tendrá que ser conquistada. Pero lejos de ser un obstáculo, la necesidad
concreta de que la docencia sea una fuente de ingresos (docentes-laburantes)
vuelve todo más complejo e interesante, porque elimina el posible desapego que
puede conllevar una práctica experimentadora o de investigación “que no tiene
nada que perder”. Caer en la escuela, investigar, y a la vez trabajar, vuelve
cada paso más preciso y habilita un lugar nada cínico o exterior a la práctica
y la problemática docente. Se investiga donde se trabaja, se trabaja
investigando, se investiga el trabajo, todo esto arma una continuidad que se
retroalimenta. Hay, por ende, varias sensibilidades en juego, todas “fuera de
rol”, en cuanto a que no están fijas, pero que sin embargo alimentan ese estar
allí que gana en densidad; sensibilidad del trabajador, del investigador, del
docente-experimentador, del docente formado en el afuera escolar y que importa
saberes extra-escolares -generacionales, provenientes del mundo del trabajo, de
la economía callejera y urbana- al aula, y también saberes “políticos” que nutren la
práctica docente (juntarse a pensar la escuela, escribir, armar un espacio
colectivo).
Son
varias las figuras que hablan de nuestro paso por las aulas: docentes
paracaidistas (caídos en la escuela), docentes ekekos (que cargan sobre sí la
abundancia de lo escolar), docentes corresponsales de guerra (ubicados en los
frentes de batalla, escriben partes urgentes y necesarios), docentes
investigadores (que intentan mapear lo que pasa y lo les pasa en sus rutinas
escolares). No se trata de fijarse en un rol, porque tampoco existen garantías
de poder encarnarlo; derramado el rol Docente, proliferan distintas figuras sobre
la docencia. Figuras que se incuban desde un fuera de rol y que muestran una potencia epistemológica al no
cargar con ciertos preconceptos o expectativas propias del docente tradicional.
Hay un interesante des-aprender (un olvido creativo) de ciertos saberes o
técnicas más acartonadas y también hay un entrenamiento forzado para “armar con
lo que hay”.
2- Ver qué onda como todo método.
Son
varias las figuras, pero uno solo el método: ver qué onda. Ver, olfatear, escuchar, tantear qué es lo que pasa
en un aula, y entre los pibes y entre los pibes y los docentes…lo que pasa es realidad sensible
que todavía no tiene palabras o voces, pero que afecta y puebla cuerpos. Ver
qué onda, qué ondas sensibles y anímicas que atraviesan cuerpos, intensidades y
flujos (de amistad, sexuales, amorosos, violentos, urbanos, de drogas, de
información mediática, de consumo). Ver qué onda es entonces un punto de
partida para perderse en las experiencias de los pibes, y ver qué onda porque
no hay nada escrito previamente, los papeles se quemaron, ya no hay garantías.
Un docente que utiliza este método se larga a relaciones no-lineales con los
pibes (en términos de avances o retrocesos, o logros y déficits), intenta desplazamientos,
fugas, gambetas, desmarques.
¿Por
qué el ver qué onda? Creemos que no importa tanto qué decimos, sino a quién,
cómo, para qué, por qué, desde dónde (Ranciere dice que el saber es una
posición), con qué (palabras, imágenes). Estas problemáticas no tienen lugar en
los escenarios mediáticos ni en los pasillos de los ministerios, ni en la
mayoría de las escuelas. Todo parece pasar por el Qué (contenidos curriculares y, con el tema de las nuevas
tecnologías, también por el soporte o los materiales), el paquete con las demás
preguntas, probablemente más desbaratadoras, sigue sin desenvolverse.
Pero
también Ver qué onda porque creemos que lo escolar no es solo una cuestión
pedagógica o didáctica, sino también – y principalmente- sensible. La máquina escolar cruje cuando intenta leer otros
registros que no sean las voces de respuestas a preguntas sobre contenidos.
Tendría que poder leer, escuchar, recodificar otras voces y palabras, otros
signos (los que disparan los músculos y los sentidos agitados), gestos, cruces
de miradas y todo lo que se escapa al aire.
En
la actualidad, las escuelas no se habitan solo con enunciados, se trata de
abordar, abrir, investigar esas realidades sensibles y esos malestares inéditos
y desconocidos con los que nos topamos. Ver qué onda entonces como un posible
método para captar y procesar las informaciones sensibles que pueblan la
escuela. Podríamos plantear dos preguntas que impulsan este método, ¿Cómo crear
cosas comunes sobre las cuales
dialogar, pudiendo invocar también nuestros propios deseos y ganas?, ¿Qué hacer
con esa masa de datos vitales y sensibles con la que nos encontramos en las
aulas? Seguramente una primera respuesta sería verla. Darse cuenta de que hay muchísima data sensible que desborda
el dispositivo escolar, los pibes y pibas son núcleos de información. En muchas
ocasiones los docentes están imposibilitados de leer y comprender otras
realidades (que no sean verbales o discursivas). El hecho de dejarse afectar
por esas realidades es un necesario primer paso para desplegar nuestro método.
3- Una escritura de doble filo.
Ver
qué onda (re) escribe lo escolar. Lo que sucede en su tiempo y en sus rutinas,
lo que pasa por nuestros cuerpos
docentes y por los cuerpos de los pibes y pibas. La escritura entonces es la
catarsis para el mismo docente
fatigado o conmovido, triste o alegre, desganado o entusiasmado que estuvo allí en el aula. Pero también es la
producción de un docente que deviene otro
en conexión con el afuera escolar: la escritura prolifera alocada y teje
experiencias y situaciones vividas por distintos docentes en distantes
escuelas. La escritura entonces para seguir siendo uno mismo (partes de guerra, escritura terapéutica y sanadora, mera
descarga porque mañana hay que volver a trabajar…) y para devenir otros (para dejar de ser docentes-laburadores y devenir
investigadores, para poder habitar el fuera del rol). Se trabaja por necesidad,
pero por necesidad también se piensa, se investiga y se escribe. Una escritura
terapéutica, la que informa del cuerpo docente afectado, la de los partes de
guerra, una escritura política, la de la apuesta colectiva, la de las máquinas
de guerra…Y entonces,
la escritura nos acompaña en el trayecto escolar.
Ver
qué onda no escribe un manual para el éxito escolar: sus textos provienen de la
alegría de lo que funcionó, pero también de la angustia, de la impotencia, de
la frustración de lo que no se pudo hacer. Tampoco hace literatura de
autoayuda: cualquiera que sea docente hoy en día tiene que aprender a curtirse
solito (nadie sabría cómo ayudarlo, hablamos de territorios desconocidos).
Y
si una parte de la investigación que cotidianamente realizamos en la escuela,
queda en la escuela. Es decir, es “cooptada” por la institución (plusvalía
docente, trabajo intelectual excedente y no remunerado) porque investigamos
también para poder surfear las aulas actuales, porque lo que importamos de
saber extra-escolar en lo escolar “sirve” a la institución y es un
sobre-trabajo, la parte de la investigación que se traduce en escritura es pura libertad; gesto inverso, de lo
escolar hacia el afuera-escolar, proliferación incontrolable, apuesta
colectiva, malestares y alegrías que devienen realmente públicas. Y aquí nos
vengamos también: si nos extraen un plusvalor (el saber extra-escolar) para
gestionar lo escolar, nosotros robamos cosas de lo escolar (imágenes,
anécdotas, situaciones, palabras) para expulsarlo al mundo extra-escolar…