Al lado de “educación” solemos escuchar una serie de palabras que van desde que “la cosa así no va más”, hasta que “hay que volver a la escuela que era antes”. Nosotros no vamos a confirmarlas ni desmentirlas. Lo que nos interesa es ver que onda: dar clase es un laburo, si, pero también es una intervención, una manera de componer y hacer mundo en un entorno precario. ¿Qué significa ponerse en conexión con ese territorio vivo que es el aula? ¿Hay una nueva forma de ser docentes? ¿Cómo operan ciertos saberes y códigos que arrastramos de otras experiencias, sean fuerzas generacionales o el género de cada uno? A partir de estas exploraciones urgentes, buscamos enlazar con otras reflexiones y secuencias vividas, para esbozar algunas ideas y puntas de las cuales seguir tirando...

domingo, 3 de agosto de 2014

Retazos de pensamiento
Primera entrega




A continuación presentamos una serie de fragmentos sobre diferentes problemáticas escolares. Borradores, reflexiones sueltas, que en esta primera entrega giran alrededor de tres ejes en particular: Complicidad, Atención, y Respeto.


Complicidad

*Es mucho más fácil decirle a un pibe no te hagas el gil que decirle te voy a hacer un acta, porque en este último caso estoy encarnando un rol o haciendo un personaje que no me creo. Es mucho más cómodo apelar a otro tipo de gestión de estas situaciones en el aula, que además son permanentes, y no una excepción.

*Los pibes nos creen pero como personas. Si ellos dicen “no profe, mejor hagamos esto” es porque entran en un diálogo donde te creen, te creen la pasión o lo sincero de tu pregunta. Pero eso no es creerle al rol, eso es creerles a las personas con las preguntas que traen, con los modos que tienen.

*Muchas veces, el docente anti-pibe o que concibe al alumno como enemigo, en verdad lo que concibe como enemigo es al pibe que encarna el rol de alumno. Y nosotros lo que valoramos justamente es al pibe. A veces se producen situaciones estando como fuera de rol que son muy impresionantes. Una vez un alumno, un lunes a la mañana, me recibe con una chicana futbolera y me dice ‘che, boludo, qué desastre el domingo!’, y yo le digo ‘¿cómo ‘boludo’?, te voy a hacer un acta’, y él me responde ‘y yo te voy a mandar a hacer un sumario’, y nos terminamos riendo los dos. Claro, estábamos los dos en otro lugar, por el tipo lenguaje, por el tipo de charla; era más una charla de una esquina, de la chancha, de un bar, que una charla de una escuela. Entonces, ante el ‘te voy a hacer un acta’ o ‘te voy a hacer un sumario’ aparece la risa. 


Atención

*La atención (y la batalla por la atención) es algo del día a día, ganás y perdés en el mismo día. Incluso creo que no se piensa en estos términos -ganar y perder- sino como algo que va fluyendo. Nosotros entramos al aula con una “mochila” llena de herramientas, experiencias -de aula y de la calle-, imágenes, recursos, llevamos todo eso y vamos viendo qué pasa. Ponemos todo eso en juego, y vemos qué resulta y qué no, en el momento. No tenemos “la planificación de la clase”, es imposible llevar algo planificado porque allí después se van dando otros movimientos.

*En este punto surge una pregunta por la ética del docente en el aula, porque hay un riesgo muy grande que es el de, en pos de conquistar la atención, transformarse en un animador cultural o caer en el rol del docente tradicional disciplinario. Está plagado de peligros, porque no es que tratamos de lograr la atención sólo apelando a los recursos que llevamos y a esa socialización extraescolar de la que hablábamos, también apela a fragmentos de esos otros discursos que circula en la escuela. La idea de que los pibes atiendan muchas veces se codifica en términos de que estén entretenidos, y esto es complicado. Que haya atención no significa que haya diversión necesariamente. Entonces, no es fácil saber cómo se genera la atención, pero sí sabemos cuáles son los riesgos, es más fácil darse cuenta cuándo estamos cayendo en un rol que no nos gusta.


Respeto

*Nosotros en lugar de poder, lo llamamos respeto. Decimos que el respeto hay que ganárselo, y para eso se ponen en juego los saberes extraescolares. Este escenario, donde hay que ganarse el respeto, es el piso de lo que se llama crisis o desfondamiento.

*Un primer desplazamiento: decir “respeto” en lugar de “autoridad”. Ahora: ¿Qué es el respeto? ¿Se trata de un respeto específico, propio de la relación docente-pibes, o es el respeto que tiene que haber en cualquier grupo cuando se trabaja con otros? ¿Qué sería un vínculo sincero en la escuela?

*Más que de respeto, nosotros hablamos de “ganarse el respeto”, ya que no es menor el eco callejero y de economía de la ciudad que trae la palabra. De ese modo, la despegamos un poco de la idea de respeto como formalidad, de respeto como autoridad, como investidura.

*Respeto tiene aún un sesgo positivo, pero hay palabras que tienen una connotación negativa, como por ejemplo “mando”. La palabra mando circula mucho entre los pibes, ¿quién manda acá?, ¿quién manda en esta esquina, en este barrio?, ¿quién manda en el aula? Es una palabra que está presente y uno tiene que lidiar con eso. Digo esto para señalar que nunca se borra la ambigüedad en un espacio, que si bien puede no estar la autoridad tan presente, puede estar el mando. 


*Decir que uno se gana el respeto no es una cuestión retórica. Se gana el respeto el que es pillo. A diferencia de la autoridad, que puede ser retórica y patética, el respeto implica un saber hacer en el manejo de un conflicto. El respeto no es puro lenguaje, sino que está conectado directamente a una experiencia.

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