Al lado de “educación” solemos escuchar una serie de palabras que van desde que “la cosa así no va más”, hasta que “hay que volver a la escuela que era antes”. Nosotros no vamos a confirmarlas ni desmentirlas. Lo que nos interesa es ver que onda: dar clase es un laburo, si, pero también es una intervención, una manera de componer y hacer mundo en un entorno precario. ¿Qué significa ponerse en conexión con ese territorio vivo que es el aula? ¿Hay una nueva forma de ser docentes? ¿Cómo operan ciertos saberes y códigos que arrastramos de otras experiencias, sean fuerzas generacionales o el género de cada uno? A partir de estas exploraciones urgentes, buscamos enlazar con otras reflexiones y secuencias vividas, para esbozar algunas ideas y puntas de las cuales seguir tirando...

martes, 22 de diciembre de 2015

Sampaoli, un maestro
Apuntes sobre fútbol, tecnología y educación













 1-    Hay que cambiar

Escuela, plantel de fútbol, el problema es siempre el mismo: ¿Cómo hacer para que los pibxs nos den bola...? La conquista de la atención, rutina de cualquier acto pedagógico actual. En la escuela, seguro, pero en otros ámbitos también. Sampaoli, técnico argentino de la selección chilena, nos dice: “Cuando nos dimos cuenta de que en las charlas técnicas los jugadores miraban más las pantallas de sus teléfonos celulares que a nosotros, llegamos a la conclusión de que teníamos que cambiar".

Algo que no funciona. Un nuevo escenario. Quieto nadie se puede quedar, algo hay que hacer… ¿Cómo seguir?¿Qué implementó el técnico calvo y su equipo de ayudantes? Un programa de video juegos.

Gracias al trabajo de universidades –la Nacional de Rosario-, investigadores diversos y entrenadores de fútbol, se fue masticando este plan. ¿En qué consiste? Armar un simulador de entrenamiento en base a juegos como el FIFA o PSA. Pantalla enfrente, joystick en mano, los jugadores prueban jugadas que el cuerpo técnico les indica. Por ejemplo: hay un lateral lento en el equipo rival, ¿cómo pasarlo? Se configura en el juego un lateral lento y los jugadores chilenos con sus rasgos típicos. Tras la explicación del técnico, los jugadores prueban y hacen la jugada ganadora.

Un método que se activó en la previa de la Copa América y les copó a los jugadores. La razón de este resultado para el cuerpo técnico: hablarles a los jugadores en un lenguaje propio y fomentar la interacción, atributo indispensable de las nuevas tecnologías que para los jugadores son como prótesis.

La innovación es eficaz, decíamos. Deja ganancia por todos lados. Acá van un par de sus logros:

Primero: en tiempos globales donde los jugadores migran a diferentes ligas y están lejos de casa, los técnicos mastican siempre el mismo berretín: “a los chicos no los puedo tener mucho tiempo, así es imposible armar un equipo”. Los simuladores permiten lo que Sampaoli denomina prácticas virtuales. Enganchando horarios y días disponibles para los jugadores, se contactan On-line, y al jugador con joystick en mano el técnico le dicta por un micrófono órdenes a un ayudante –con otro joystick en mano también- y se entrenan movimientos y se inculcan diferentes conceptos.

Segundo: se entrena jugando, como algo distendido que no desgasta físicamente. Para entrenar fútbol, no hace falta el cuerpo. Mejor dicho: se usan las manos, los brazos y los ojos, pero no las piernas y los pies.

Tercero: una percepción minuciosa de lo que hace el jugador y una captura inmediata de lo dice también. Corregir errores en los movimientos planificados, recibir impresiones sobre el estado de situación en tiempo real sin presuponer nada de antemano en pos de mejorar. El feedback perfecto.

Cuarto: Se aprende desde la vivencia y no desde lo teórico. Se experimenta lo que se va a hacer y se marginan pesadas abstracciones. Charlas, tiza y pizarrón, pierden el peso tradicional. Ahora las ideas llegan mejor.

Quinto: Tanto On line como presentes, al vivirse las jugadas los conceptos se impregnan más rápido que con los métodos comunes. Se gana tiempo. Y eso que la herramienta que se usa un rato prolongado –por lo menos una hora-. Muchas veces en el fútbol se mantienen los viejos métodos modificando aspectos cuantitativos (“al jugador hay que hablarle poco, a lo sumo quince, veinte minutos”). Nosotros sabemos que a los pibxs en un aula mucho no les podes hablar. De hecho, si hay algo de lo que se quejan es de los profes que están toda la clase hablado, y hablando, y hablando…

Hay algo interesante en el simulador: si bien no acosa, cuando se emplea se usa un tiempo estirado. ¿Por qué no? Si los pibxs puedan estar horas infinitas jugando hasta que los ojos le rechinen de lo secos que están… Hay una implicación afectiva en el dispositivo, no una pequeña –y amarga- dosis de algo que ya no se quiere tragar. 


2- Recombinación: reciclando la autoridad

Hay dos logros en el simulador. Va el primero: fugar de los clichés siempre tan a mano para pensar nuestras condiciones de vida. Reconocer sensibilidades y máquinas perceptivas actuales. Exponer un mapeo de las situaciones donde no se concibe al otro como una foto congelada despojándolo de cualquier acción propia, o que ante la primera iniciativa que se escabulle de lo esperado se lo denigra brutalmente. El segundo: los resultados. Salvar distancias y unir personas en continentes lejanos, ir al detalle y verificar de manera constante el proceso de aprendizaje, experimentar desde la vivencia, entrenar sin cansarse, ahorrar tiempo… ¡Qué resultados! Y sabemos que en el mundo educativo se mide el aprendizaje desde el resultado (el exitismo escolar, ahí también priman los resultados, ja).

Antes estos dos logros nos preguntamos: ¿Percibir un viraje de los territorios donde nos movemos, registrar nuevas fuerzas, crear a partir de estas tensiones, es de por sí bancable? ¿Hasta qué punto una invención, que se presenta como operativa, debe ser aceptada como exitosa? ¿Ser eficaz es de por sí una virtud?

La innovación del simulador nunca pone en duda la autoridad de los entrenadores. El andamiaje de la transmisión y sus asimetrías queda intacto: por un lado los que saben y explican; por el otro, los que no saben y acatan. Es cierto: el rol de maestro que encarna Sampaoli es novedoso. Una nueva forma de autoridad pedagógica que imparte un saber vivencial, divertido, muy atento a los deseos de sus jugadores, incluso participativo... Pero que no deja de configurar un modo de obediencia. No hay verdugueo del técnico a sus jugadores. Es verdad. El deseo irriga el vínculo entre uno y otro; pero ese deseo se congela recortando la capacidad de acción de los jugadores para rediseñar su propia situación. La pedagogía como arte del aprendizaje queda reducida a incorporar información, emplear procedimientos, asimilar un estilo. Una reacción ante un escenario ya supuesto de antemano y no como la conquista de un poder, de un aumento de la capacidad de acción para reconfigurar el mundo.

Esta es nuestra crítica al método de Sampaoli y su banda. No tiene nada que ver con una fobia anti-tecnológica ni con un desprecio por la cultura del entretenimiento. Critica que tampoco es una evaluación sobre lo que hacen los demás, sino una rápida reflexión sobre una intervención que nos interesa pensar en relación con nuestras propias estrategias; habilitar una escucha atenta sobre la moralización de la invención y lo eficaz.

No negamos las grietas y las aperturas impensadas que palpitan en el simulador y toda la movida que generó. Impensadas derivas que pueden jaquear la autoridad que esas mismas fuerzas sostienen. El propio Sampaoli expresa una sensibilidad más que bancable dentro del fútbol. Busca una cercanía con el jugador, seduciendo, sin obligar (“al jugador hay que conmoverlo”, dice). Un tipo cocinado en la dictadura y que se abrazo al rock como una cultura que huye de los autoritarismos. Pero bajo banderas que agitan consignas anti milico, sabemos que se incuban muchas veces mecanismos que resucitan roles obsoletos. Se recombina la autoridad pedagógica: se inventan métodos que responden a nuevos escenarios, pero reciclando antiguos roles que aseguran viejas jerarquías.