Sampaoli, un maestro
Apuntes sobre fútbol, tecnología y educación
1- Hay que cambiar
Escuela, plantel de fútbol, el
problema es siempre el mismo: ¿Cómo hacer para que los pibxs nos den bola...? La
conquista de la atención, rutina de cualquier acto pedagógico actual. En la
escuela, seguro, pero en otros ámbitos también. Sampaoli, técnico argentino de
la selección chilena, nos dice: “Cuando nos dimos
cuenta de que en las charlas técnicas los jugadores miraban más las pantallas
de sus teléfonos celulares que a nosotros, llegamos a la conclusión de que
teníamos que cambiar".
Algo que no funciona. Un nuevo escenario. Quieto nadie se
puede quedar, algo hay que hacer… ¿Cómo seguir?¿Qué implementó el técnico calvo
y su equipo de ayudantes? Un programa de video juegos.
Gracias al trabajo de universidades –la Nacional de Rosario-,
investigadores diversos y entrenadores de fútbol, se fue masticando este plan.
¿En qué consiste? Armar un simulador de entrenamiento en base a juegos como el
FIFA o PSA. Pantalla enfrente, joystick en mano, los jugadores prueban jugadas
que el cuerpo técnico les indica. Por ejemplo: hay un lateral lento en el
equipo rival, ¿cómo pasarlo? Se configura en el juego un lateral lento y los
jugadores chilenos con sus rasgos típicos. Tras la explicación del técnico, los
jugadores prueban y hacen la jugada ganadora.
Un método que se activó en la previa de la Copa América y les
copó a los jugadores. La razón de este resultado para el cuerpo técnico:
hablarles a los jugadores en un lenguaje propio y fomentar la interacción, atributo
indispensable de las nuevas tecnologías que para los jugadores son como
prótesis.
La innovación es eficaz, decíamos. Deja ganancia por todos
lados. Acá van un par de sus logros:
Primero: en tiempos globales donde los jugadores migran a
diferentes ligas y están lejos de casa, los técnicos mastican siempre el mismo
berretín: “a los chicos no los puedo tener mucho tiempo, así es imposible armar
un equipo”. Los simuladores permiten lo que Sampaoli denomina prácticas virtuales. Enganchando
horarios y días disponibles para los jugadores, se contactan On-line, y al
jugador con joystick en mano el técnico le dicta por un micrófono órdenes a un
ayudante –con otro joystick en mano también- y se entrenan movimientos y se
inculcan diferentes conceptos.
Segundo: se entrena jugando, como algo distendido que no
desgasta físicamente. Para entrenar fútbol, no hace falta el cuerpo. Mejor dicho:
se usan las manos, los brazos y los ojos, pero no las piernas y los pies.
Tercero: una percepción minuciosa de lo que hace el jugador y
una captura inmediata de lo dice también. Corregir errores en los movimientos
planificados, recibir impresiones sobre el estado de situación en tiempo real sin
presuponer nada de antemano en pos de mejorar. El feedback perfecto.
Cuarto: Se aprende desde la vivencia y no desde lo teórico. Se
experimenta lo que se va a hacer y se marginan pesadas abstracciones. Charlas,
tiza y pizarrón, pierden el peso tradicional. Ahora las ideas llegan mejor.
Quinto: Tanto On line como presentes, al vivirse las jugadas
los conceptos se impregnan más rápido que con los métodos comunes. Se gana
tiempo. Y eso que la herramienta que se usa un rato prolongado –por lo menos
una hora-. Muchas veces en el fútbol se mantienen los viejos métodos
modificando aspectos cuantitativos (“al jugador hay que hablarle poco, a lo
sumo quince, veinte minutos”). Nosotros sabemos que a los pibxs en un aula mucho
no les podes hablar. De hecho, si hay algo de lo que se quejan es de los profes
que están toda la clase hablado, y hablando, y hablando…
Hay algo interesante
en el simulador: si bien no acosa, cuando se emplea se usa un tiempo estirado.
¿Por qué no? Si los pibxs puedan estar horas infinitas jugando hasta que los
ojos le rechinen de lo secos que están… Hay una implicación afectiva en el
dispositivo, no una pequeña –y amarga- dosis de algo que ya no se quiere
tragar.
2- Recombinación:
reciclando la autoridad
Hay dos logros en el simulador. Va el primero: fugar de los clichés
siempre tan a mano para pensar nuestras condiciones de vida. Reconocer sensibilidades
y máquinas perceptivas actuales. Exponer un mapeo de las situaciones donde no
se concibe al otro como una foto congelada despojándolo de cualquier acción propia,
o que ante la primera iniciativa que se escabulle de lo esperado se lo denigra
brutalmente. El segundo: los resultados. Salvar distancias y unir personas
en continentes lejanos, ir al detalle y verificar de manera constante el
proceso de aprendizaje, experimentar desde la vivencia, entrenar sin cansarse,
ahorrar tiempo… ¡Qué resultados! Y sabemos que en el mundo educativo se mide el
aprendizaje desde el resultado (el exitismo escolar, ahí también priman los
resultados, ja).
Antes estos dos logros nos preguntamos: ¿Percibir un viraje
de los territorios donde nos movemos, registrar nuevas fuerzas, crear a partir de
estas tensiones, es de por sí bancable? ¿Hasta qué punto una invención, que se presenta
como operativa, debe ser aceptada como exitosa? ¿Ser eficaz es de por sí una
virtud?
La innovación del simulador nunca pone en duda la autoridad
de los entrenadores. El andamiaje de la transmisión y sus asimetrías queda
intacto: por un lado los que saben y explican; por el otro, los que no saben y
acatan. Es cierto: el rol de maestro que encarna Sampaoli es novedoso. Una
nueva forma de autoridad pedagógica que imparte un saber vivencial, divertido,
muy atento a los deseos de sus jugadores, incluso participativo... Pero que no
deja de configurar un modo de obediencia. No hay verdugueo del técnico a sus
jugadores. Es verdad. El deseo irriga el vínculo entre uno y otro; pero ese
deseo se congela recortando la capacidad de acción de los jugadores para
rediseñar su propia situación. La pedagogía como arte del aprendizaje queda
reducida a incorporar información, emplear procedimientos, asimilar un estilo.
Una reacción ante un escenario ya supuesto de antemano y no como la conquista
de un poder, de un aumento de la capacidad de acción para reconfigurar el
mundo.
Esta es nuestra crítica al método de Sampaoli y su banda. No
tiene nada que ver con una fobia anti-tecnológica ni con un desprecio por la
cultura del entretenimiento. Critica que tampoco es una evaluación sobre lo que
hacen los demás, sino una rápida reflexión sobre una intervención que nos
interesa pensar en relación con nuestras propias estrategias; habilitar una escucha
atenta sobre la moralización de la invención y lo eficaz.
No negamos las grietas y las aperturas impensadas que
palpitan en el simulador y toda la movida que generó. Impensadas derivas que
pueden jaquear la autoridad que esas mismas fuerzas sostienen. El propio
Sampaoli expresa una sensibilidad más que bancable dentro del fútbol. Busca una
cercanía con el jugador, seduciendo, sin obligar (“al jugador hay que conmoverlo”,
dice). Un tipo cocinado en la dictadura y que se abrazo al rock como una
cultura que huye de los autoritarismos. Pero bajo banderas que agitan consignas
anti milico, sabemos que se incuban muchas veces mecanismos que resucitan roles
obsoletos. Se recombina la autoridad pedagógica: se inventan métodos que
responden a nuevos escenarios, pero reciclando antiguos roles que aseguran
viejas jerarquías.